guardando con gran diligencia todo el país, redujo á los sitiados á tal penuria, que Butes, general del Rey, traido á la última desesperacion, dió fuego á la ciudad, y se abrasó en ella con sus amigos y sus riquezas. De este modo la tomó, sin haber sacado otra ventaja alguna por haberse quemado casi cuanto aquél traia con los bárbaros; pero el territorio, que era muy fértil y muy delicioso, lo distribuyó á los Atenienses para establecer una colonia. Permitióle el pueblo que pusiera Mercurios de piedra, en el primero de los cuales grabó esta inscripcion:
Harto eran de esforzados corazones Los que del Estrimon en la corriente Y en Hione á los hijos de los Medos Con hambre y cruda guerra molestaron:
Siendo en sufrir trabajos los primeros.
En el segundo:
Los Atenienses este premio dieron A sus caudillos: justa recompensa De sus servicios y sus allos hechos.
De la posteridad el que tal viere, En pro comun se afanará celoso, Sin esquivar las peligrosas lides.
Y en el tercero:
De esta insigne ciudad llevó Mnesteo Con los Atridas á los Frigios campos A un divino varon, loado de Homero Por su destreza en ordenar las huestes de los Argivos de bronceadas armas.
¿Qué mucho, pues, que de marcial pericia, De denuedo y valor el justo lauro Se dé á los hijos de la culta Atenas?