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Plutarco.—Las vidas paralelas.

habia puesto a un lado los cautivos, y á otro las preseas y adornos que teniau, de lo que los aliados se habian quejado, teniendo por desigual aquella division. Dijoles entónces que de las dos partes eligieran la que gustasen, porque los Alenienses con la que dejaran se darian por contentos.

Aconsejándoles, pues, Herofuto de Samos que eligieran ántes los arreos de los Persas que los Persas mismos, tomaron los adornos de éstos, dejándoles á los Atenienses los cautivos; y por entonces se rieron de Cimon como de un mal repartidor, por cuanto los aliados cargaron con cadenas, collares y manillas de oro, y con vestidos y ropas ricas de púrpura, no quedándoles á los Atenienses más que los cuerpos malamente cubiertos para destinarlos al trabajo; pero al cabo de poco bajaron de la Frigia y la Lidia los amigos y deudos de los cautivos, y redimian á cada uno de éstos por mucho dinero; de manera que Cimon proveyó de viveres las naves para cuatro meses, y áun le quedó de los rescales mucho dinero que llevar á Atenas.

Rico ya Cimon, los viáticos de la guerra, que se los hizo pagar muy bien de los enemigos, los gastaba mejor con sus conciudadanos, porque quitó las cercas de sus posesiones, para que los forasteros y los ciudadanos necesitados pudieran tomar libremente de los frutos lo que gustasen. En su casa habia mesa, frugal sí, pero que podia bastar para muchos cada dia; y de los pobres podia entrar á ella el que quisiese, encontrando comida sin tener que ganarla con su trabajo, para atender solamente a los negocios públicos. Mas Aristóteles dice que la mesa no era franca para todos los Atenienses, sino sólo para el que quisiera de sus compatriotas los Laciades. Acompañábanle algunos jóvenes bien vestidos, cada uno de los cuales, si se llegaba á Cimon algun Ateniense anciano con pobres ropas, cambiaba con él las suyas: hecho que se tenia por muy fino y delicado. Los mismos llevaban igualmente dinero en abundancia, y acercándose en la plaza á los pobres