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CIMON.

ejercitándose en él á un tiempo los mozos y los muchachos, se dice que poco antes del temblor se apareció una liebre, y que los muchachos, ungidos como estaban, por una muchachada se pusieron á correr tras ella y perseguirla, y en tanto cayó el gimnasio sobre los mozos que se habian quedado, muriendo allí todos; y á su sepulcro aún se le da el dia de hoy el nombre de Seismacia, tomado del terremoto. Previó al punto Arquidamo por lo presente lo que iba a suceder, y viendo que los ciudadanos se dedicaban á recoger en sus casas lo más precioso cada uno, mandó que la trompeta biciera señal de que venian enemigos, para que á toda priesa acudieran armados á su presencia; y esto solo fué lo que entonces salvó á Esparta:

porque de todos los campos sobrevinieron corriendo los Hilotes para acabar con los que se hubieran salvado de los Esparciatas; pero hallándolos en órden de batalla, se retiraron á sus poblaciones: siendo, sin embargo, bien claro que iban a hacerles la guerra, atrayendo á no pocos de los circunvecinos, y viniendo ya tambien sobre Esparta los Mesenios. Envian, pues, los Lacedemonios á Atenas de embajador para pedir auxilio á Pericleidas, de quien dice el cómico Aristófanes que, «sontado ante los altares, todo pálido, con una ropa de púrpura, pedia por compasion un ejército.» Oponiase Efialtes, y con el mayor empeño rogaba que se negase el socorro y no se restableciera una ciudad rival de Atenas, sino que se la dejase en el suelo para ser pisado su orgullo; pero dice Cricias que Cimon, anteponiendo el bien de los Lacedemonios al incremento de su patria, convenció al pueblo y salió á auxiliarlos con mucha infantería. Ion nos da cuenta de la principal razoo con que movió á los Atenienses, que fué exhortarlos á que no dejaran coja la Grecia, ni dieran lugar á que su ciudad quedara sin pareja.

Auxiliado que hubo á los Lacedemonios, volvia con su ejército por Corinto, y Lacarto le reconvino por haber en-