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Plutarco.—Las vidas paralelas.

trado con sus tropas sin anuencia de aquellos ciudadanos:

porque decia que aun los que llaman en puerta ajena no entran sin que el dueño les mande pasar adelante; á lo que Cimon le replicó: ««pues vosotros, oh Lacarto, no lamais á las puertas de los Cleoneos y Megarenses, sino que quebrantándolas, os introducis con las armas, creyendo que todo debe estar abierto á los que más pueden:» ¡con esta arrogancía habló en lan oportuna ocasion! y pasó con su ejército. Volvieron los Lacedemonios á llamar en su socorro á los Atenienses contra los Mesenios é Hilotes, que se hallaban en Itome; y cuando ya los tuvieron a su disposicion, temiendo su denuedo y aire marcial, los despidieron á ellos solos de todos los aliados, bajo el pretexto de que intentaban novedades. Reliráronse con grande enojo, y además de exasperarse muy á las claras contra los que laconizaban, valiéndose de un leve pretexto, condenaron á Cimon al ostracismo por diez años: porque este era el tiempo prefinido á todos los que sufrian esta pena. En esto, hallándose los Lacedemonios acampados en Tanagra de vuelta de libertar á los de Delfos de los Focenses, les salieron los Atenienses al encuentro para darles batalla; y Cimon fué á colocarse con sus armas entre los de su tribu Oineide, dispuesto á batirse contra los Lacedemonios en compañía de sus ciudadanos; pero el consejo de los quinientos, sabedor de ello y temiéndole, intimó á los generales, á instigacion de sus enemigos, que le imputaban ser su ánimo desordenar el ejército é introducir los Lacedemonios en la ciudad, que de ningun modo lo admitiesen.

Retiróse, pues, rogando encarecidamente á Eutipo el de Anaflustio, y á los demas amigos que estaban más tildados de laconizaró ser adictos á los Lacedemonios, que pelearan esforzadamente, á fin de lavar con las obras ante sus ciudadanos aquella infundada nota. Estos, pues, tomando la armadura de Cimon, y colocándola en su puesto, se juntaron todos en uno, los ciento que eran, y corrieron