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CIMON.

á la muerte con el mayor arrojo, obligando á los Atenienses á que sintiesen su pérdida y á que se arrepintiesen de sus injustas sospechas. De aqui es que tampoco les duró mucho el enojo contra Cimon, ya porque trajeron á la memoria, como era debido, sus importantes servicios, y ya tambien porque así lo exigieron las circunstancias: porque vencidos en Tanagra en una reñida batalla, y esperando tener sobre sí para el verano un ejército de los del Peloponeso, llamaron de su destierro á Cimon, y tornó á su llamamiento, habiendo sido Pericles quien escribió el deereto: ¡tan subordinadas eran entónces al órden político las rencillas, tan templados los enojos y tan prontos á ceder á la comun utilidad, y hasta tal punto la ambicion, que sobresale entre todas las demas pasiones, sabía acomodarse á las necesidades de la patria!

Luego que volvió Cimon, al punto puso fin á la guerra y reconcilió las ciudades; pero como hecha la paz viese que los Atenienses no podian permanecer en reposo, sino que deseaban estar en accion y aumentar su poder por medio de expediciones, para que no incomodaran á los demas Griegos, ni dirigiéndose con muchas naves hácia las islas y el Peloponeso diesen ocasion á guerras civiles ú orígen á quejas do parte de los aliados contra la ciudad, tripuló doseientas galeras, con muestras de marchar otra vez contra el Egipto y Chipre; llevando en esto la idea por una parte de que los Atenienses no se descuidaran nunca de la guerra contra los bárbaros, y por otra de que granjearan justamente riquezas, trasladando á la Grecia la opulencia de sus naturales enemigos. Cuando todo estaba dispuesto y las tropas ya embarcadas, tuvo Cimon un sueño. Parecióle que una perra muy furiosa le ladraba, y que del ladrido salia una mezcla de voz humana que le decía:

Acércate; porque has de ser amigo Mio y de estos mis tiernos cachorrillos.