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LÚCULO.

vencedor. Previólo éste, y hallándose sin armada, envió mensajeros á Lúculo, rogándole que viniera con so escuadra y le ayudara á acabar con el más contrario y más guerrero de los reyes: no fuera que de entre las manos se le escapase á Roma Mitridates, último premio de tantos combales y trabajos, ya que él mismo se habia venido á ellas y metido en el garlito; pues si se le cogiese, nadie tendria más parte en esta gloria que el que hubiera impedido su fuga y le hubiera echado mano al quererse encapar; y el vencimiento se atribuiria á entrambos, al uno por haberle lanzado de la tierra, y al otro por haberle vedado el paso del mar, sin lo cual los tan celebrados triunfos conseguidos por Sila en Orcomene y en Queronea no les merecerian á los Romanos consideracion ninguna. Y en verdad que estas reflexiones eran muy puestas en razon, no habiendo nadie á quien se oculte que si entónces Lúculo, que no se hallaba léjos, se hubiera prestado á los ruegos de Fimbria, y acudiendo con sus naves hubiera cerrado el puerto con su escuadra, habria tenido término aquella guerra y todos se habrian puesto fuera del alcance de infinitos males; pero bien sea que antepusiese á todo bien privado y comun el mantenerse fiel á Sila, ó bien que no quisieso dar oídos á un hombre abominable como Fimbria, manchado por disputa de mando con la sangre de un general y amigo suyo; ó bien, finalmente, que por disposicion superior se hubiera reservado para sí á Mitridales, manteniendo en vida á este antagonista, lo cierto es que no condescendió. Así te proporcionó á Mitrídates el poder evadirse por mar y burlarse de todo el poder de Fimbria; y él entonces lo primero que hizo fué batir y destrozar las naves del Rey que se habian aparecido en el promontorio Lecto de la Troade; y despues viendo que Neoptolemo navegaba con mayor aparato por la parte de Tenedos, se adelantó allá él solo, montando una galera rodia de cinco órdenes, de la que era capitan Demágoras, hombre muy adicto á los Romanos y muy ejercitado