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Plutarco.—Las vidas paralelas.

una fuerza increible, en un momento destrozó todas las demas máquinas, y con el sacudimiento hizo tambien pedazos una torre que habia de madera. En Ilio se refiere haber sido Minerva vista por muchos entre sueños cubierta de sudor y rasgado el peplo, diciendo que entonces mismo venía de ayudar á los Cicicenos; y los lienses mostraban una columna que contenia los decretos é inscripciones relativas a este asunto.

A Mitridates, mientras que fascinado por sus generales no echó de ver el hambre que afligia á su ejército, le mortificaba el que los Cicicenos fuesen esquivando los efectos del sitio; pero despues repentinamente decayó de su ambicion y de su orgullo, cuando se enteró de las privaciones de sus soldados, que llevaban hasta el extremo de comer carne humana; porque Lúculo no hacia la guerra galanamente y por ostentacion, sino, como dice el proverbio, encaminándola al vientre y poniendo el mayor esmero en que por ninguna via pudieran llegarles víveres. Hallábase éste ocupado en sitiar una fortaleza; y como se apresurase Mitridates á aprovechar la ocasion, y enviase á la Bilinia casi todos los de caballería con los trenes, y de la infantería los inutilizados, llegándolo á entender Lúculo, regresó en aquella misma noche el campamento; y á la mañana, sin embargo de hacer muy mal día, llevando consigo diez cohortes y la caballería, se puso en su persecucion, mojándose y con gran incomodidad, tanlo, que muchos de los soldados cediendo al frio se le quedaron por el camino; pero con los otros alcanzó á los enemigos á las inmediaciones del rio Rundaco, y causó en ellos tal destrozo, que las mujeres que habian acudido de Apolonia saquearon el bagaje y despojaron á los muertos. Siendo éstos muchos, como se deja conocer, tomó seis mil caballos é innumerable muchedumbre de acémilas, cautivando todavía quinee mil hombres, y á todos estos los presentó delante del campamento de los enemigos. No puedo ménos de maravillarI