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Plutarco.—Las vidas paralelas.

morosidad por detenerse tanto tiempo en ciudades y luga res de ninguna consideracion, dejando que entretanto se acrecentara el poder de Mitridates. Juntamente, les decia, es esto lo que yo quiero, y de intento me detengo en este país dando lugar á que aquél se engrandezca de nuevo, y reuna una fuerza respetable, para que así aguarde y no huya á nuestra llegada. ¿Acaso no veis cómo ha dejado en pos de sí, sin vestigio ninguno, unos vastísimos desiertos?

Pues ya cerca de aquí está el Cáucaso y otros muchos montes espesísimos, capaces de contener y ocultar millares de reyes que hagan la guerra de montaña. De los Cabiros son bien pocas las jornadas que hay hasta la Armenia, y en esta tiene su residencia Tigranes, rey de reyes, con tan poderosas fuerzas, que con ellas repele á los Partos del Asia, traslada ciudades griegas á la Media, y se deshace de los reyes que vienen de Seleuco, llevándose robadas sus hijas y sus mujeres. Pues con éste tiene deudo Mitridates, como que es su yerno: por tanto, no es de creer que si le suplica, lo abandone, sino que nos moverá la guerra; y si nos empeñamos en perseguir á Mitridates, corre peligro que traigamos sobre nosotros á Tigranes, que ya hace tiempo anda buscando motivos, y aprovechará este que se le presenta de verse en la precision de auxiliar á uno que es rey y su pariente. ¿Pues por qué hemos de ser nosotros los que lo preparemos y los que enseñemos á Mitridates, que no lo advierte, quiénes son aquellos con quienes ha de venir á combatirnos? ¿Por qué cuando él no piensa en ello le hemos de precisar á echarse en brazos de Tigranes? ¿No es mejor que le demos tiempo para que se robustezca y refuerce con los suyos, viniéndonos á hacer la guerra con los Colcos, Tibarenos y Capadocios, á quienes hemos vencido muchas veces, que no con los Medos y los Armenios?» Discurriendo de esta manera Lúculo, se detuvo á la vista de Amiso, poniéndole remisamente sitio; y despues de paC