público, con la misma guerra sostenia los gastos de ella.
Alll tambien recibió embajada del rey de los Partos, implorando su amistad y alianza, cosa muy grala á Lúculo; quien á su vez envió otra embajada al Parto; pero los mensajeros le descubrieron que éste queria estar á dos haces, y que secretamente pedia á Tigranes la Mesopotamia por precio de sus socorros. Luego que lo entendió Lúculo, resolvió dejar por entonces á un lado á Tigranes y Mitridates como rivales ya humillados, y probar sus fuerzas con la de los Partos, marchando contra ellos: teniendo á gran gloria con el impetu de una sola guerra postrar uno tras otro, como un atleta, á tres reyes, y salir invicto y triunfanle de los tres más poderosos caudillos que habia debajo del sol.
Envió, pues, cartas á Sornacio, que quedó en el Ponto, mandándole traer aquellas tropas para mover de la Gordiena; pero aquellos jefes que ya ántes habian hecho alguna experiencia de la indocilidad é inobediencia de los soldados, entonces recibieron pruebas de su absoluta insubordinacion; pues no pudieron encontrar medio alguno, ni de blandura ni de violencia, para hacerles marchar, y ántes les gritaron y protestaron que ni allí querian permanecer, sino irse á casa, dejando aquel punto abandonado.
Traidas á Lúculo estas noticias, hasta los soldados que allí tenía le corrompieron; los cuales se habian vuelto con la riqueza perezosos y delicados para la guerra, clamando por el descanso; pues luego que el desenfado de los otros llegó á sus oidos, decian que aquellos eran hombres, y que era preciso imitarlos, habiendo ya ellos ejecutado baslanles bazañas, por las que merecian se les dejase sal vos y descansados.
Sabedor Lúculo de estas proposiciones y de otras todavía más insolentes, tuvo que abandonar la expedicion contra los Partos, y marchó otra vez contra Tigranes en lo más fuerte del estío; y cuando llegó á pasar el monte Tauro se desanimó al ver los campos todavía verdes TOMO 111.
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