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Plutarco.—Las vidas paralelas.

testó que era en vano acusar por cosas de que ninguno era juez competente; y que como vencedor mandara ejecutar lo que vencido babria tenido que sufrir. Lavose despues, y vistiéndose un rico manto, se puso al frente de sus conciudadanos para ser llevado á la matanza, segun escribe Teofrasto. Recorrió luego Lisandro las ciudades, y cuantos Atenienses encontraba á todos les intimaba que marchasen á Atenas, porque no tendria indulgencia con ninguno, sino que haria dar la muerte á cuantos hallase fuera de la ciudad; lo que ejecutaba enviándolos á todos á la capital, porque era su ánimo que en ella hubiese una grande hambre y carestia, para que no le diesen mucho que hacer con el cerco, sufriéndole en la abundancia. Disolvió, pues, las democracias y demas gobiernos, y en cada ciudad dejó un gobernador lacedemonio y diez magistrados tomados de las cofradías que á su órden se habian establecido; lo que ejecutó, igualmente que en las ciudades enemigas, en las aliadas; y libre con esto de cuidados, volvió al mar, habiendo adquirido para sí en cierta manera la comandancia de toda la Grecia. Porque no tomaba los magistrados ni de la clase de los nobles, ni de la de los ricos; sino que todo lo hacía en obsequio de sus amigos y sus huéspedes, constituyéndolos árbitros de las recompensas y de los castigos; con lo que, y prestarse él mismo á los asesinatos que aquellos ejecutaban, y á desterrar á los contrarios de sus enemigos, no dió la más favorable idea del mando de los Lacedemonios. Asi, debe entenderse que chocheaba el historiador Teopompo cuando comparó á los Lacedemonios con los laberneros, por cuanto habiendo dado á los Griegos á probar la excelente bebida de la libertad, luego les habían echado vinagre; pucs que desde luego fué muy desabrida y amarga su bebida, no permitiendo Lisandro que los pueblos fuesen independientes en sus negocios, y poniendo las ciudades en manos de unos cuantos, y éstos los más atrevidos é insolentes.