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LÚCULO.

y los lanceros de Iberia, en quienes tenía Tigranes la mayor confianza como en los más belicosos; mas ellos, sin embargo, nada hicieron digno de atencion; pues habiendo tenido una ligera escaramuza con la caballería romana, no aguardaron á la infantería que los cargaba, y huyendo por uno y otro lado atrajeron á la caballeria en su persecucion. Al mismo tiempo que éstos desaparecieron, se presentó la caballería de Tigranes, y Lúculo, al ver su brillantez y su muchedumbre, concibió algun temor; por lo que hizo volver á la suya del seguimiento, y se opuso el primero á la gente de los Sátrapas, que como la mejor formaba contra él, y con sólo el miedo que le impuso, la rechazó ántes de venir á las manos. Siendo tres los reyes que se hallaron en aquella accion, el que hizo una fuga más vergonzosa fué Mitridates, rey del Ponto, que ni siquiera pudo sufrir la vocería de los Romanos. La persecucion fué muy dilatada y de toda la noche, de manera que los Romanos se cansaron de matar, de cautivar y de recoger botin. Livio dice que en la primera batalla pereció más gente; pero que en esta murieron ó quedaron cautivos los más ilustres y principales de los enemigos.

Engreido y alentado Lúculo con estos sucesos, pensaba pasar adelante y acabar con Tigranes; pero en el equinoccio de otoño, cuando ménos lo esperaba, le sobrecogieron copiosas lluvias y nieves, á las que siguieron rigurosas escarchas y hielos, poniéndose los rios en estado de no poder beber en ellos los caballos por el exceso del frio, y de no poder pasarlos, porque rompiéndose el hielo, con lo agudo de la rotura les corlaba los nervios. La region por lo más era sombría, de pasos estrechos y selvosa, lo que hacia que se mojasen sin cesar, llenándose de nieve en las marchas, y pasando muy mal la noche en lugares húmedos. No eran muchos los dias que llevaban de seguir á Lúculo despues de la batalla, cuando ya se le resistieron, primero con ruegos y enviando el mensaje con los tribu-