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Plutarco.—Las vidas paralelas.

nos, y despues ya con mayor tumulto y alborotando por las noches en las tiendas, que parece es la señal de un ejército sublevado. Hizo cuanto pudo Lúculo para mitigarlos, tratando de inspirar en sus ánimos aliento y confianza, hasta que tomando la Cartago de Armenia destruyesen la obra del mayor enemigo de los Romanos, queriendo significar á Aníbal. Cuando vió que no pudo convencerlos, se resignó á retroceder, y repasando el Tauro por otras cumbres, bajó á la region llamada Migdonia, muy fértil y cálida, y se dirigió á una de sus ciudades, grande y populosa, que los bárbaros dicen Nisibis, y los Griegos Antioquía Migdónica. Tenía el gobierno de ésta en el titulo un hermano de Tigranes llamado Gouras; pero en la habilidad y direccion de la maquinaria Calimaco, el mismo que tanto dió que hacer á Lúculo en el cerco de Amiso. Circunvalándola, pues, con su ejército, y empleando todos los medios de un sitio, en poco tiempo se apoderó de ella á viva fuerza; y á Gouras, que él mismo se rindió, le trató con humanidad; pero á Calimaco, aunque le ofreció revelarle depósitos secretos de grandes sumas de dinero, no le dió oidos, sino que mandó se le echasen prisiones para que pagara la pena del incendio con que abrasó la ciudad de los Amisenos: frustrando su beneficencia y el deseo que tenía de dar á los Griegos pruebas de su aprecio.

Hasta aquí parece que la fortuna habia militado con Lúculo en sus banderas; pero ya desde este punto, como aquel á quien le falta el viento, encontrando oposicion en todo cuando intentaba, aunque mostró siempre el valor y magnanimidad de un gran general, sus hechos no encontraron ni aprecio ní gloria; y áun estuvo en muy poco el que no perdiese la ántes adquirida, por más que trabajaba y se afanaba en vano; de lo que no fué él mismo pequeña causa, por no ser condescendiente con la soldadesca, y por creer que todo lo que se hace en obsequio de los súbditos es ya un principio de desprecio y una relajacion de