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Plutarco.—Las vidas paralelas.

le admitieron los Atenienses á persuasion de Teramenes, hijo de Agnon; y áun se dice que como Cleomedes, uno de los demagogos jóvenes, le replicase, por qué se atrevia á obrar y proponer lo contrario que Temistocles, entregando á los Lacedemonios unas murallas que aquél contra la voluntad de éstos habia levantado, le respondió: «Nada de eso, oh jóven; yo no obro en oposicion con Temistocles, pues si él para la salud de los ciudadanos levantó estas murallas, por la misma salud las derribamos nosotros: y si los muros hiciesen felices á las ciudades, Esparta scría la más desdichada de todas, pues no está murada.» Lisandro en el momento en que se hizo dueño de todas las naves, á excepcion de doce, y de las murallas de los Atenienses, lo que se verificó el 16 del mes Muniquion, el mismo dia en que se ganó en Salamina la batalla naval contra los bárbaros; resolvió mudar tambien el gobierno, y como los Alenienses lo rehusasen y llevasen á mal, envió á decir al pueblo que ostaban en el descubierto de haber quebrantado los tratados, porque subsistian los muros despues de pasados los días en que debieron derribarse; por tanto, que estaba en el caso de deliberar de nuevo acerca de ellos, pues que habian faltado á lo convenido.

Algunos dicen que ante los aliados manifestó el dictámen de reducirlos a la esclavitud, y que Erianto de Tebas habia sido de parecer de que la ciudad fuese demolida y el lerritorio quedase para pasto del ganado. Mas tenida nueva junta, y cantando mientras bebian uno de Focca aquella entrada del coro de la Electra de Eurípides, que empieza:

Hija de Agamenon, oh Electra, vengo Al atrio yermo de tu triste alcazar, se conmovieron todos, y tuvieron por cosa muy dura yabominable el destruir y arrasar una ciudad tan afamada