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Plutarco.—Las vidas paralelas.

chas contra ellos?» Levantóse tambien Nicias, y abdicó en él el mando sobre Pilos, proponiéndole que tomase la fuerza que quisiese, y no anduviera echando baladronadas sobre seguro, en lugar de hacer cosa que fuera de importancia. El al principio calló, turbado con tan inesperada salida; pero como insistiesen todavía los Atenienses, y Nicias esforzase la voz, acalorado y picado de pundonor, tomó á su cargo la expedicion, y al dar la vela puso el término de veinte dias, diciendo que dentro de ellos ó habia de acabar allí con los Lacedemonios, ó los habia de traer vivos á Atenas; de lo que los Atenienses se rieron mucho, bien lejos de creerlo; porque ya estaban acostumbrados á tomar á diversion y risa sus jactancias y sus sandeces. Pues se cuenta que teniéndose un dia junta pública, el pueblo sentado estuvo esperando largo rato, y ya bien tarde se presentó en la plaza con corona sobre las sienes, y pidió que la junta se dilatase hasta el día siguiente: «porque hoy, dijo, estoy ocupado teniendo á cenar á unos for rasteros, despues que he hecho á los dioses sacrificio; y que los Atenienses se levantaron y disolvieron la junta.

Favorecióle entonces la fortuna; y habiéndose manejado bien en la expedicion al lado de Demóstenes, dentro del termino que prefijó, á cuantos Esparciatas no murieron en el combate los trajo esclavos, habiéndosele rendido á discrecion. Volvióse esto en gran descrédito de Nicias, pareciendo una cosa más torpe y fea todavía que arrojar el escudo el abandonar por miedo espontáneamente el mando, y despojándose á sí mismo de la autoridad, proporcionar al enemigo la ocasion do tan brillante triunfo. Motejóle de nuevo con este motivo Aristófanes en su comedia titulada Las Aves, diciendo:

Pues no, no es tiempo de dormirnos éste; Ni de dar largas imitando á Nicias.