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Plutarco.—Las vidas paralelas.

las galeras, nada hicieron ó dijeron. Con todo, no desistió ó se dió por vencido, sino que áun despues de resuelta la guerra y de haber sido nombrado general juntamente con Alcibiades y Lamaco, todavía en otra junta habló y procuró hacer revocar el decreto, poniéndoles á la vista los inconvenientes; y áun excitó sospechas contra Alcibiades, indicando que con miras de ambicion y de utilidad particular trataba de envolver á la república en una guerra difícil y ultramarina; pero estuvo tan lejos de adelantar nada, que ántes teniéndole con esto por más áá propósito á causa de su inteligencia y de su nimia prevision, que contrastarian muy bien con la osadía de Alcibiades y la prontitud de Lamaco, dieron á su eleccion mayor firmeza: porque levantándose Demostrato, que era el orador que más inflamaba á los Atenienses para aquella expedicion, dijo que él haría callar á Nicias; y escribiendo un decreto, por el que se daban á los gencrales plenas facultades para resolver y ejecutar acá y allá cuanto les pareciera, hizo que el pueblo lo sancionase.

Dícese que por parte de los sacerdotes se propusieron tambien muchas cosas que contradecian aquella jornada; pero teniendo Alcibiades otros agoreros, presentó de ciertos oráculos antiguos uno, en que se decia que les vendria á los Atenienses grande esplendor de parte de la Sicilia; y además le vinieron ciertos adivinos de Júpiter Amonio, trayéndole un oráculo, por el que se prometía que los Atenienses se apoderarian de todos los Siracusanos; pero los que les eran contrarios los ocultaban, por temor de que se tomasen á mal agüero. Lo que no era mucho, cuando no los contenian las señales más visibles y manifiestas, como la mutilacion de los Hermes, que á todos en una noche les fueron cortadas las partes prominentes del rostro, á excepcion de uno solo llamado de Andocides, ofrenda de la tribu Egeide, y que estaba junto á la casa en que Adocides babitaba entonces; y como la atrocidad ejecutada en el ara