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Plutarco.—Las vidas paralelas.

tan brillantes y florecientes, se marchitasen bien en breve.

El que Nicias se opusiese á la expedicion proyectada, sin dejarse seducir de lisonjeras esperanzas, y que no mudase de dictámen deslumbrado con la brillanlez de tan ilustre mando, no puede menos de merecerle la alabanza de hombre recto y prudente; pero despues cuando, habién dolo intentado, no pudo apartar al pueblo de la guerra, ni lograr que lo exonerase de su encargo, sino que más bien éste, como que le cogió de la mano y por fuerza, le puso al frente de aquellas tropas; entonces ya no era tiempo de detenciones o irresoluciones, indisponiendo á sus colegas, y malogrando el objeto con volver como un niño los ojos alras desde la nave y quejarse continuamente de que sus discursos no hubiesen sido atendidos; sino que lo que convenia era apresurarse y cargar prontamente sobre los enemigos á probar la suerte de los combates. Mas él lo que hizo fué contradecir al dictámen de Lamaco, que queria se marchara directamente á Siracusa y que en sus inmediaciones se diera una batalla; y tambien al de Alcibiades, que tenía por lo mejor hacer que las ciudades abandonaran el partido de los Siracusanos, y logrado esto, encaminarse contra ellos; con lo que, y con dar la orden de que recorriendo con las naves la isla se hiciera ostension de las tropas y del número de galeras, y se volviesen despues á Atenas, dejando una pequeña guarnicion á los Segestanos, desconcertó desde un principio los proyectos de entrambos generales, y les infundió grande desaliente.

Llamaron de alli á poco los Atenienses á Alcibiades para ser juzgado; y entonces, aunque fué designado segundo general, en el poder quedó de primero, y siempre continuó ó estándose quieto, ó teniendo en movimiento las naves, ó juntando consejos, dando lugar á que en su ejército se debilitase la esperanza, y los enemigos sacudiesen el asombro y terror que les causó la primera vista de las poderosas fuerzas. Cuando se hallaba alli todavía Alcibia.