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Plutarco.—Las vidas paralelas.

que los auxiliares se mantuvieran á su lado largo tiempo, y que si de nuevo sentian los apuros de la escasez y la hambre, acudirian á él como ántes con pronosiciones de paz:

Perque habia no pocos en Siracusa que secretamente da ban avisos á Nicias y le inclinaban á permanecer, á causa de que aquellos habitantes padecian mucho con la guerra y no podian aguantar á Gilipo; y á poco que la miseria se aumentase, enteramente habian de desmayar. Como muchas de estas cosas no hacía Nicias más que indicarlas, no teniendo por conveniente decirlas á las claras, dió motivo á los colegas para que le trataran de irresoluto, diciéndole que ya volvia á sus precanciones, á sus dilaciones y nímiedades, con las que dejó perder el primer calor del ejér.

çito, no marchando al punto contra los enemigos, sino procrastinando y haciéndose despreciable; y como con esto los otros se adhiriesen al dictámen de Demóstenes; al cabo convino tambien Nicias, aunque no sin gran violen cia. Hecho este acuerdo, tomó consigo Demóstenes por la noche las fuerzas terrestres, y marchando contra el punto de Epipolas, á algunos de los enemigos, sorprendiéndoles sin Eer sentido, les dió muerte, y á otros que se defendie ron los desbarató; mas aunque le tomó por este medio, no se contuvo, sino que discurrió adelante hasta que dió con los Beocios: porque éstos fueron los primeros que animándose unos á otros, y corriendo á los Atenienses con las lanzas en ristre, los rechazaron con grande griteria, dando muerte á muchos de ellos. Con esto se introdujo gran confusion y terror en todo el ejército, llenando de él el que buia al que todavía estaba vencedor; y dando la parte que avanzaba y acomelia en la que se retiraba despavorida, trabaron unos con otros, creyendo que los que huian eran perseguidores, y tratando á los amigos como enemigos. Porque en aquella desordenada confusion, acompañada de miedo y de la falta de conocimiento, y en la inseguridad de la vista en una noche que ni era absolutamente oscura ni tenia una