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Plutarco.—Las vidas paralelas.

Aguardaron éstos todo aquel dia hasta la noche, en la que se pusieron en marcha, no sin grande afliccion y suspiros, como si salieran de su patria y no de tierra enemiga, sintiendo la estrechez y miseria en que se veian, y el abandono de los amigos y deudos; y sin embargo, estos males les parecian más ligeros que los que les aguardaban. Pues con todo de causar lástima el desconsuelo que reinaba en el campamento, ningun espectáculo era más triste y miserable que el ver á Nicías, debilitado por sus males, y reducido en medio de su dignidad á lo más preciso, sin poder usar de los alivios que por el mal estado de su salud le eran más necesarios, y que con todo hacía y toleraba en aquella situacion lo que no sufrían much s de los que se hallaban sanos: echándose bien de ver que no por sí mismo ni por apego a la vida aguantaba aquellas penalidades, sino que era el amor á sus conciudadanos el que le hacía no dar por perdida toda esperanza. Así, cuando los demas prorumpian en lágrimas y sollozos por el miedo y el dolor, si alguna vez se veia forzado á dar por el mismo término muestras de su afliccion, se advertia que era á causa de comparar la afrenta é ignominia de su ejército con la grandeza y gloria de los triunfos que habian esperado conseguir. Aun sin tenerle á la vista, con sólo recordar sus discursos y las exhortaciones que habia hecho para impedir la expedicion, se les ofrecia que muy sin causa Bufria aquellas calamidades, tanto, que hasta su esperanza en los dioses llegó á debilitarse en gran manera, al considerar que un hombre tan piadoso y en las cosas de la religion tan puntual y magnífico, no era mejor tratado de la fortuna que los más perversos y ruines del ejército.

Esforzábase Nicias á mostrarse en la voz, en el semblante y en el modo de saludar superior á lanta desgracia; y en los ocho dias de marcha, acometido y herido por los enamigos; conservó invencibles las fuerzas que tenfa consigo, basta que quedó caulivo Demóstenes con su division junto