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Plutarco.—Las vidas paralelas.

Mortificábale la felicidad y buena suerte de Pompeyo en sus empresas; el que hubiese triunfado ántes de ser senador, y el que los ciudadanos le apellidaran Magno, que quiere decir grande; y como en una ocasion dijese uno:

«ahi viene Pompeyo el grande,» sonriéndose le preguntó:

«¿como qué es de grande?» Desconfiando, pues, de poder igualarle por la milicia, recurrió á las artes del gobierno, llegando á conseguir con su celo, sus defensas, sus empréstilos y con dar pareceres y auxiliar en cuanto le pedian á los que tenian negocios públicos, un poder y una gloria que compelian con los que habian granjeado á Pompeyo sus muchas y grandes victorias. Sucedíales una cosa singular: y era que el nombre y la autoridad de Pompeyo en la ciudad eran mayores cuando estaba ausente, á causa de sus prósperos sucesos en la guerra; y presente, quedaba muchas veces inferior á Craso por su entonamiento y por su método de vida, huyendo de la muchedumbre, retirándose de la plaza pública, y no tomando bajo su amparo, y aun esto no con gran empeño, sino á pocos de los que á él acudian, á fin de conservar más vigente su autoridad cuando para sí mismo la hubiera menester. Mas Craso, que conocia la importancia de ser útil á los demas, y que no se hacía desear, ni escaseaba su trato, sino que siempre estaba pronto para toda suerte de negocios, con hacerse popular y humano triunfaba de aquel ceño y majestad. Por lo que hace á la nobleza de la persona, á la facundía en el decir y á la gracia en el semblante, es fama que uno y otro tenian bastante atractivo. Ni aquella emulacion de que hemos hablado producia en Craso enemistad ó malquerencia, sino que sintiendo ver que Pompeyo y CéBar le eran antepuestos en los honores, no por eso acompañaban á este ajamiento de su amor propio, ni mal humor ni enemiga; y sin embargo de esto, César, cuando en el Asia fué cautivado y puesto en custodia por los piratas:

¡con cuánto gozo, exclamó, recibirás, oh Craso, la noti-