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MARCO CRASO.

»cia de mi cautividad!» Ello es que más adelante contrajeron entre si cierta amistad; y teniendo en una ocasion César que pasar de prelor á España, como le faltasen fondos y los banqueros le incomodasen, habiendo llegado hasta embargarle las prevenciones de la expedicion, Craso no se bizo el desentendido, sino que le sacó del apuro, constituyéndose su fador por ochocientos y treinta talentos.

Finalmente, dividida Roma en tres partidos, el de Pompeyo, el de César y el de Crasu (porque en Caton era más la gloria que la autoridad, y más bien era admirado que tenido por poderoso), la parte juiciosa y sensala de la república cultivaba la amistad de Pompeyo; y la gente inquieta y fácil de mover se iba tras las esperanzas de César. Craso, puesto entre ambos, ya sacaba ventajas de una parte y ya de otra; y siguiendo las vicisitudes del gobierno, que se sucedian con frecuencia, ni era amigo seguro, ni enemigo irreconciliable, sino que con facilidad cedia en la gracia y en el odio, segun la utilidad lo exigia, siendo muchas veces en poco tiempo defensor é impugnador de los mismos hombres y de las mismas leyes. Contribuian á darle poder el favor y el miedo; pero éste más todavía: así es que Sicinio, que tanto dió en que entender á todos los magistratrados y hombres públicos de su tiempo, preguntándole uno por qué causa con solo Craso no se metia, sino que le dejaba en paz, este, le respondió, tiene heno en el cuerno, aludiendo á la costumbre que tenian los Romanos, cuando habia un buey bravo, de ponerle un poco de heno en el cuerno, para que se guardasen los que le vieran.

La sedicion de los gladiatores, y la devastacion de la Italia, a la que muchos dan el nombre de guerra Espartacense ó de Espartaco, tuvo entonces origen con el motivo siguiente: un cierto Lentulo Bacialo mantenia en Capua gladiatores, de los cuales muchos eran Galos y Traces; y como para el objeto de combatir, no porque hubiesen hecho nada malo, sino por pura injusticia de su dueño, se