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MARCO CRASO.

de caballería, acometió con vigor y trabó pelea con los enemigos; mas ésta era desigual en el herir y en el protegerse, hiriendo con azconas cortas y débiles en corazas de piel y de hierro; y siendo heridos con lanzas robustas los cuerpos ligeros y desuudos de los Galos. Porque en éstos confiaba principalmente, y con ellos obró maravillas; pues agarraban con las manos los astiles de las lanzas y trabando de los jinetes, los arrojaban de los caballos, dejándotos, por lo pesado de la armadura, sin poder moverse.

Muchos sallando de sus caballos se metian debajo de los caballos enemigos, y los atravesaban por los ijares: tiraban éstos botes en fuerza del dolor, y pisoteando á un tiempo á los jinetes y á sus contrarios, unos y otros morian juntos cubiertos de tiorra y de basura. Lo que principalmente quebrantó á los Galos fué el calor y la sed, á que no estaban acostumbrados; y además habian perdido la mayor parte de los caballos, á causa de que ellos mismos se metian por las lanzas enemigas. Viéronse, por tanto, en la precision de haber de acogerse á la infanteria, teniendo ya á Publio por sus muchas heridas en el más deplorable estado; y como advirtiesen cerca un alto monton de arena, corrieron á él, colocaron en medio los caballos, y cubriéndose con los escudos como en una trinchera, creyeron que podrian así defenderse mejor de los bárbaros; mas sucedióles lo contrario. Porque en el terreno llano, los primeros protegen á los que están á la espalda; pero alli por la desigualdad del sitio los unos estaban más altos que los otros, y quedando todos al descubierto, no podian evitar los tiros, sino que á todos se dirigian del mismo modo, lamentándose de una muerte sin gloria y sin desquite alguno. Hallábanse con Publio dos Griegos establecidos en aquel país en la ciudad de Carras, llamados Geronico y Nicomaco; persuadianle que se retirara con ellos y huyera á lena, ciudad que seguia el partido de los Romanos y estaba de allí á corta distancia; mas respondiéndoles que ninTONO III.

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