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MARCO CRASO.

linaje, pues no parecia posible que Craso, hombre el más cobarde y el más perverso, fuera padre de un jóven tan valiente y de tan acendrada virtud. Este espectáculo fué el que más, de cuantos males habian pasado, quebrantó y dosconcertó los ánimos de los Romanos, concibiendo todosno ira y deseo de venganza, que era lo que el caso pedia, sino un indecible terror y espanto. Dicese que entonces Craso, en medio de tan vehemente dolor, se mostró muy superior á sí mismo; porque corriendo las filas habló de este modo á los soldados: «Este luto, oh Romanos, es pri»vadamente mio; pero la eminente fortuna y gloria de »Roma intacta é ilesa permanece en vosotros, á quienes »veo salvos. Si alguna compasion teneis de mí por la pér»dida de mi virtuoso hijo, manifestadla en vuestro enojo ncontra los enemigos. Arrebatadles de las manos ese gozo; »vengaos de su crueldad. No os abata to sucedido: porque »no puede ser que dejen de tener que sufrir y padecer los »que acometen grandes empresas. Ni Lúculo derrotó sin »sangre á Tigranes, ni Escipion á Antioco. Nuestros ante»pasados perdieron en Sicilia mil naves, y en la Italia mu»chos emperadores y pretores; pero no impidieron las derrotas de éstos que al cabo triunfasen de los vencedores:

»pues que la brillante prosperidad de Roma no ha llegado »á tanta altura por su buena suerte, sino por la constancia »»y virtud de los que no rehusaron los peligros.» Este fué el lenguaje que les tuvo Craso, y de este modo procuró alentarlos; pero vió que pocos le escuchaban con buen semblante; y habiéndoles mandado dar el grito de guerra, se desengañó aún más acerca de su abatimiento:

porque aquél fué débil, apocado y desigual; cuando el de los bárbaros fué claro y esforzado. Venidos á la contienda, la caballería de éstos, haciendo un movimiento oblicuo, comenzó á lanzar saetas; y los coraceros, usando de las lanzas, redujeron å los Romanos á un recinto estrecho, á excepcion de aquellos que por buir de la muerte que los