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SERTORIO.

los cónsules, Octavio, mantuviese el partido de Sila, y Cina, que aspiraba á cosas nuevas, tratase de suscitar la faccion vencida de Mario, arrimóse á éste Sertorio; y más viendo que el mismo Octavio estaba fluctuante, y solo no se atrevia á fiarse de los amigos de Mario. Trabóse una accion refida en la plaza entre ambos cónsules, en la que quedó vencedor Octavio, y Cina y Sertorio, que habian perdido poco menos de diez mil hombres, huyeron; pero como hubiesen podido reunir con sus persuasiones la mayor parte de las tropas esparcidas por la Italia, volvieron muy pronto en estado de poder medir las armas con Octavio.

Habiendo regresado Mario del Africa, y puéstose á las órdenes de Cina, como correspondia lo hiciese un particular respecto de un cónsul, los demas eran de opinion de que convenia recibirle; pero Sertorio se opuso, bien fuera por creer que Cina le atenderia ménos luego que tuviese cerca de si á un militar de más nombre, ó bien por la dureza de Mario, no fuera que lo echara todo á perder, abandonándose á una ira que pasaba todos los términos de lo justo cuando quedaba superior. Decia, pues, que era muy poco lo que les quedaba que hacer hallándose ya vencedores; y que si recibiau á Mario, éste se arrogaria toda la gloria y todo el poder, siendo hombre desabrido y muy poco de fiar para la comunion de mando. Respondióle Cina que discurria con acierto, pero que él estaba entre avergonzado y dudoso para alejar á Mario, á quien él mismo habia llamado á tener parte en la empresa; á lo que le repuso Sertorio: «pues yo en el concepto de que Mario había venido á Italia por impulso propio, reflexionaba sobre el partido que convendria tomar; pero tú no has debido conferenciar sobre este negocio, cuando llega el que tú deseabas que viniese, sino admitirlo y valerte de él, pues que la palabra empeñada no debe dejar lugar á reflexiones.» Resolvióse por tanto Cina á llamar á Mario; y habiendo repartido las tropas en tres divisiones, las mandaron los tres. Termindse