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SERTORIO.

el camino. Incomodábanse los suyos, y le decian no ser digno de un procónsul romano pagar tributo á unos bárbaros despreciables; mas él, no poniendo la atencion en lo que á éstos les parecia una vergüenza, «lo que compro, les respondió, es la ocasion, que es lo que más suele escasear á los que intentan cosas grandes:» así continuó ganando á los bárbaros con dádivas; y apresurándose, ocupó la España. Halló en ella una juventud floreciente en el número y en la edad; pero como la viese mal dispuesta á sujetarse á toda especie de mando, á causa de la codicia y malos tratamientos de los Pretores que les habian cabido, con la afabilidad se alrajo á los más principales, y con el alivio de los tributos á la muchedumbre; pero con lo que principalmente se hizo estimar fué con librarlos de las molestias de los alojamientos. Porque obligó á los soldados á armarse barracas en los arrabales do los pueblos, siendo él el primero que se hospedaba en ellas. Mas sin embargo no se debió todo á la benevolencia de los barbaros; sino que habiendo armado de los Romanos alli domiciliados á los que estaban en edad de tomar las armas, y habiendo construido naves y máquinas de todas especies, de este modo tuvo sujetas á las ciudades; siendo benigno cuando se disfrutaba de paz, y apareciendo temible á los enemigos con sus prevenciones de guerra.

Habiéndole llegado noticia de que Sila dominaba en Roma, y la faccion de Mario y Carbon había sido arruinada, al punto receló que el ejército vencedor iba á venir contra él con algunos de los caudillos, y se propuso cerrar el paso de los montes Pirineos por medio de Julio Salinator, que mandaba seis mil infantes. Fué con efecto enviado de allí á poco por Sila Cayo Amo, el cual, viendo que la posicion de Julio era inexpugnable, se quedó en la falda sin saber qué hacerse; pero habiendo muerto á traicion á Julio un tal Calpurnio, dicho por sobrenombre Lanario, y abandonando los soldados las cumbres del Pirineo, seguia su