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Plutarco.—Las vidas paralelas.

marcha Anio con grandes fuerzas, arrollando los obstáculos.

Considerábase Sertorio muy desigual, y retirándose con tres mil hombres á Cartagena, allí se embarcó, y atravesando el Mediterráneo aportó al Africa por la parte de la Mauritania. Sorprendieron los bárbaros sus soldados, miéntras, sin haber puesto centinelas, se proveían de agua; y habiendo perdido bastante gente, se dirigia otra vez á España; pero fué apartado de ella por haber tenido la desgracia de dar con unos piratas de Cilicia, y arribó á la isla Pitiusa, donde desembarcó, habiendo desalojado la guarnicion que allí tenía Anio. Acudió éste bien pronto con gran número de naves y cinco mil hombres de infantería; y Sertorio se preparaba á pelear con él en combate naval, sin embargo de que sus buques eran de poca resistencia, dispuestos más bien para la ligereza que para la fuerza; pero alborotado el mar con un violento céfiro, perdió la mayor parte de ellos, estrellados en las rocas por su falta de peso; y con sólo unos pocos, arrojado del mar por la tempestad, y de la tierra por los enemigos, anduvo fluctuando por espacio de diez dias; y luchando contra las olas y contra tan deshecha borrasca, se vió en mil apuros para no perecer.

Habiendo por fin cedido el viento, aportó á unas islas entre sí muy próximas, desprovistas de agua, de las que hubo de partir; y pasando por el estrecho Gaditano, doblando á la derecha, tocó en la parte exterior de España, poco más arriba de la embocadura del Bétis, que desagua en el mar Atlántico, dando nombre á la parte que bañía de esta region. Diéronle alli noticia unos marineros con quienes habló, de ciertas islas del Atlántico, de las que entónces venian. Estas son dos, separadas por un breve estrecho, las cuales distan del Africa diez mil estadios, y se llaman Afortunadas. Las lluvias en ellas son moderadas y raras; pero los vientos apacibles y provistos de rocio proporcionan que aquella tierra muelle y crasa, no sólo se