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SERTORIO.

preste al arado y á las plantaciones, sino que espontáneamente produzca frutos que por su abundancia y buen sabor basten á alimentar sin trabajo y afan á aquel pueblo descansado. Un aire sano, por el que las estaciones casi se confunden, sin que haya sensibles mudanzas, es el que reina en aquellas islas: porque los cierzos y solanos que soplan de la parte de tierra, difundiéndose por la distancia de donde vienen en un vasto espacio, van decayendo y pierden su fuerza; y los de mar, el ábrego y el céfiro, siendo portadores de lluvias suaves y escasas, por lo comun con una serenidad humectante es con la que refrigeran y con la que mantienen las plantas: de manera que hasta entre aquellos bárbaros es opinion, que corre muy válida, haber estado allí los campos Elíseos, aquella mansion de los bienaventurados que tanto celebró Homero.

Engendró esta relacion en Sertorio un vivo deseo de habitar aquellas islas, y vivir con sosiego, libre de la tiranía y de toda guerra; pero habiéndolo entendido los de la Cilicia, que ninguna codicia tenian de paz y de quietud, sino de riqueza y de despojos, le dejaron con sus deseos, y se dirigieron al Africa para restituir á Ascalis, hijo de Ifta, al trono de la Mauritania. No pudo tampoco contenerse Sertorio, sino que resolvió ir en auxilio de los que peleaban contra Ascalis, para que sus tropas, concibiendo nuevas esperanzas, y teniendo ocasion de nuevas hazañas, no se le desbandasen por la falta de recursos. Habiendo sido su llegada de gran placer para los Maurilanos, puso mano á la obra; y vencido Ascalis, le puso sitio. Sila en tanto envió en socorro de éste á Paciano con las correspondientes fuerzas; mas habiendo venido Sertorio á batalla con él, le dió muerte, y quedando vencedor, agregó á las suyas estas tropas, poniendo despues cerco á la ciudad de Tingis, adonde Ascalis se habia retirado con sus hermanos. Dicen los Tingitanos que está allí enterrado Anteo; y Sertorio hizo abrir su sepulcro, no queriendo