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SERTORIO.

faltas: sin embargo, lo ejecutado cruel y sañudamente con los rehenes hácia el fin de sus días parece que descubre que su carácter no era el de la mansedumbre; sino que por reflexion lo sabía comprimir, cediendo á la necesidad. Por lo que hace á mi, nunca creeré que una virtud decidida y bien cimentada en la razon pueda por ningun caso de fortuna degenerar en el vício opuesto; mas con todo no considero imposible que los mejores propósitos, y los caracteres más formados á la virtud, hagan mudanza en sus costumbres por desgracias y calamidades injustamente padecidas; y esto es lo que me parece le sucedió á Sertorio; que cuando se vió abandonado de la fortuna, irritado por los mismos acontecimientos, se hizo cruel contra los que le ofendian.

Como le llamasen, pues, los Lusitanos, movió del Africa, y poniéndose al frente de ellos, constituido su general con absoluto imperio, sujetó á su obediencia aquella parte de la España. uniéndosele los más voluntariamente, á causa en la mayor parte de su dulzura y actividad: aunque tambien usó de artificios para engañarlos y embaucarlos; siendo el más señalado entre todos el de la cierva, que fué de esta manera. Uno de aquellos naturales, llamado Espano, que vivia en el campo, se encontró con una cierva recien parida que huia de los cazadores; y á ésta la dejó ir; pero á la cervatilla, maravillado de su color, porque era toda blanca, la persiguió y la alcanzó. Hallábase casualmente Sertorio acampado en las inmediaciones; y como recibiese con afabilidad á los que le llevaban algun presente, bien fuese de caza, ó de los frutos del campo, recompensando con largueza á los que así le hacian obsequio, se le presentó tambien éste para regalarle la cervatilla. Admitióla; y al principio no fué grande el placer que manifestó; pero con el tiempo, habiéndose hecho tan mansa y dócil, que acudia cuando la llamaba, y le seguia á do quiera que iba, sin espantarse del tropel y ruido militar,