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Plutarco.—Las vidas paralelas.

poco a poco la fué divinizando, digámoslo así, baciendo creer que aquella cierva habia sido un presente de Diana, y esparciendo la voz de que le revelaba las cosas ocultas; por saber que los bárbaros son naturalmente muy inclinados á la supersticion. Para acreditarlo más se valia de este medio: cuando reservada y secretamente llegaba á entender que los enemigos iban á invadir su lerritorio, ó trataban de separar de su obediencia á una ciudad, fingia que la cierva le había hablado en las horas del sueño, previniéndole que tuviera las tropas á punto. Por otra parte, si se le daba aviso de que alguno de sus generales habia alcanzado una victoria, ocultaba al que lo habia traido, y presentaba á la cierva coronada como anunciadora de buenas nuevas, excitándolos á mostrarse alegres y á sacrificar á los Dioses, porque en breve habia de llegar una fausta noticia.

Despues que los hubo hecho tan dóciles, los tenia dispuestos para todo, estando persuadidos de que no eran mandados por el discurso de un hombre extranjero, sino por un Dios: dando además los hechos mismos testimonio de que su poder se habia aumentado fuera de lo que podia pensarse: porque con solo haber reunido cuatro mil broqucleros y selecientes caballos de los Lusitanos con dos mil y seiscientos, á quienes llamaba Romanos, y con unos setecientos Africanos que se le habian agregado, siguiéndole desde aquella region, hacía la guerra á cuatro generales romanos, que tenian á sus órdenes ciento veinte mil infantes, seis mil hombres de caballería, dos mil entre arqueros y bonderos, y un grandísimo número de ciudades; cuando él al principio no tuvo entre todas más de veinte; y sin embargo de haber empezado con tan escasas y apocadas fuerzas, no sólo sujetó á numerosos pueblos y tomó muchas ciudades, sino que de los generales contrarios, á Cota lo venció en combate naval cerca del puerto de Melaria, y á Aufidio, gobernador de la Bética, lo derrotó á las