Página:Las vidas paralelas de Plutarco - Tomo III (1879).pdf/302

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
304
Plutarco.—Las vidas paralelas.

desórdenes volvian habiendo suscitado mayores inquietudes, y habiendo aumentado las sediciones que ya existian:

tanto, que haciendo salir á Sertorio de su primera benignidad y mansedumbre, se encrueleció con los hijos de los Iberos educados en Huesca, dando muerte á unos, y vendiendo á otros en almoneda.

Teniendo ya Perpena muchos conjurados para su proyecto, agregó además á él á Manio, uno de los caudillos.

Amaba éste á un jovencito de tierna edad, y entre las caricias que le prodigaba le descubrió la conspiracion, encargándole que no hiciera caso de los demas amadores, y sólo se aficionase á él, que dentro de breves días ocuparia un gran puesto. El joven descubre este secreto á Aufidio, otro de sus amadores, á quien él apreciaba más.

Quedóse Aufidio suspenso, porque tambien él entraba en la conjuracion contra Sertorio; pero ignoraba que Manio luviese en ella parte; y turbado despues al ver que aquel mozo le nombraba á Perpena, á Gracino y á otros que él sabia ser de los conjurados, lo primero que hizo fué desvanecerle aquella idea, exhortándole á que despreciara á Manio, que no tenía más que vanidad y orgullo; y despues se fué á Perpena, á quien manifestó el peligro y la necesidad que había de aprovechar cuanto antes la oportunidad, instándole á la ejecucion. Convinieron en ello; y disponiendo que uno se presentase con cartas para Sertorio, le condujeron ante él. En las cartas se anunciaba una victoria conseguida por uno de sus lugartenientes con gran mortandad de los enemigos; y como Sertorio se hubiese mostrado muy contento y hubiese hecho sacrificios por la buena nueva, Perpena le convidó á un banquete con los amigos que se hallaban presentes, que eran todos del número de los conjurados; y haciéndole grandes instancias, le sacó la palabra de que asistiria. Siempre en los banquetes de Sertorio se observaba grande órden y moderacion, porque no podia ni ver ni oir cosa indecente; y estaba