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EUMENES.

que anhelaban por él despues de la muerte de Alejandro, trayendo á la memoria que repetidas veces á causa de ellos habia sufrido de éste notables desvíos; oponiéndosele al verle inclinado á imitar el fauslo persiano, y defendiendo las costumbres patrias, que por el lujo y el orgullo eran ya miradas con desden. Entonces, pues, Cralero envió á Antipatro á la Cilicia, y él, tomando la mayor parte de las fuerzas, marchó con Neoptolemo contra Eumenes, creyendo cogerle desprevenido, en momentos en que sus tropas estarian entregadas al desórden y á la embriaguez, acabando de conseguir una victoria. El que Eumenes hubiese previsto su venida y se hubiera apercibido, podria decirse que era más bien efecto de un mando vigilante que no de una pericia suma; pero el haber no solamente evitado que los enemigos entendieran qué era en lo que él flaqueaba, sino baber hecho tomar las armas contra Cratero á los que con él militaban, sin saber contra quién contendian ni dejarles conocer quién era el general contrario; tal ardid parece que exclusivamente fué propio de este general. Hizo, pues, correr la voz de que volvia Neoptolemo, y con él Pigris, Lrayendo soldados de á caballo Capadocios y Paflagonios. Era su intento mover de noche; y en la que habia de ejecutarlo, cogiéndele el sueño, tuvo una vision extraña. Parecióle ver dos Alejandros que se disponian á hacerse mutuamente la guerra, mandando cada uno un ejército; y que despues se aparecieron Minerva para auxiliar al uno, y Céres para auxiliar al otro.

Trabóse un recio combate; y habiendo sido vencido el favorecido de Minerva, Céres, cortando unas espigas, tejió una corona al vencedor. Por aquí infirió que el sueño se dirigia á él, pues que peleaba por el más delicioso país, en el que se veia mucha espiga que apuntaba del cáliz: porque todo estaba sembrado, y ofrecia el aspecto propio de la paz, estando de una y otra parte muy vistosos los campos con aquella verde cabellera. Aseguróle todavía más el