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EUMENES.

T BUMENES.

327 rodeado de una caterva de fieras, ordenó su testamento.

Raagó despues y rompió las cartas y escritos que conservaba, no queriendo que despues de su muerte se suscitaran pleitos y calumnias contra sus autores. Arregladas estas cosas, estuvo perplejo entre poner la victoria en manos de los enemigos, y huir por la Media y Armenia para meterse en la Capadocia; pero á nada se resolvió cercado de los amigos, sino que impelido su ánimo por el mismo conflicto á mil diversos pensamientos, por fin ordenó el ejército, exhortando á los Griegos y á los bárbaros, y siendo á su vez alentado por la falange y los Argiraspidas con la voz de que no los esperarian los enemigos. Eran éstos los soldados veteranos del tiempo de Filipo y de Alejandro, atletas nunca vencidos en la guerra, y que habían llegado hasta esta época, teniendo los más de ellos setenta años, y no bajando ninguno de sesenta. Por esta causa al acercarse á los soldados de Anlígono les gritaron: «geontra vuestros padres haceis armas, malas cabezas?»; y cargando con furia, on un momento destrozaron toda su falange, no haciéndoles nadie resistencia, y pereciendo casi todos á sus manos: asi en esta parte fué Anlígono enteramente derrotado; pero con la caballería quedó vencedor; y como Peuceslas bubiese peleado floja y cobardements, tomó lodo el bagaje, ya porque en el peligro obró con el mayor cuidado y vigilancia, y ya tambien por favorecerle el terreno: porque este era una llanura vasta, no profunda ni dura y firme, sino arenosa y llena de un salitre seco y enjuto, que pisoteado por tantos caballos y lantos hombres todo el tiempo que duró la accion, levantaba un polvo parecido á la cal viva, que emblanquecia el aire y quitaba la vista; con lo que pudo más fácilmente Antigono sin ser visto apoderarse de los equipajes de los enemigos.

No bien se hubo terminado la batalla, cuando Teutamo y los de su faccion enviaron embajadores en reclamacion del bagaje; y habiéndoles Antigono ofrecido la restitucion de