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Plutarco.—Las vidas paralelas.

Farnabazo tratado con injusticia: «Nosotros, oh Farnabazo, le dijo, siendo ántes amigos del Rey, tomábamos amistosamente parte en sus negocios; y ahora, que somos enemigos, nos habemos con él hostilmente. Viendo, pues, que tá quieres ser uno de los bienes y propiedades del Rey, con razon le ofendemos eú tl; pero desde el día en que quieras más ser amigo y aliado de los Griegos que esclavo del Rey, ten entendido que estas tropas, nuestras armas, nuestras naves y todos nosotros seremos defensores y guardas de tus bienes y de tu libertad; sin la cual nada hay para los hombres ni bonesto ni apetecible.» Manifestóle en consecuencia de esto Farnabazo su modo de pensar, diciéndole: «Si el Rey encargase el mando á otro que á mí, estaré con vosotros; pero si á mí me le confia, no omitiré medio ni diligencia alguna para defenderme y ofenderos por su servicio.» No pudo ménos Agesilao de oirlo con placer: tomóle la diestra; y levantándose, ojalá, oh Farnabazo, le dijo, teniendo tales prendas, fueras más bien mi amigo que mi enemigo!» Al retirarse Farnabazo con sus amigos se detuvo su hijo, y corriendo hácia Agesilao, le dijo con sonrisa: «Yo te hago, oh Agesilao, mi huésped;» y teniendo en la mano un dardo, se le presentó: tomóle Agesilao, y causándole placer su aspecto y su obsequio, miró si entre los que le rodeaban tendrían alguna cosa con que pudiera remunerar á aquel gracioso y noble jóven; y viendo que el caballo de su secretario Adeo tenía preciosos jaeces, se los quító, é hizo á aquél con ellos un regalo. En adelante le tuvo siempre en memoria; y como pasado algun tiempo fuese privado de su casa y arrojado por los hermanos al Peloponeso, le amparó con el mayor celo; y áun en ciertos amcres le prestó su auxilio. Porque se habia prendado de un mocito atleta de Atenas; y siendo ya grande, como fuese de mala condicion y se temiese que iba á ser expelido de los juegos Olímpicos, el Persa acudió á Agesilao, pidiéndole por