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Plutarco.—Las vidas paralelas.

Jenofonte que aquella batalla fué más terrible que ninguna otra de aquel tiempo, habiéndose hallado presente en auxilio de Agesilao despues de su vuelta del Asia. El primer encuentro no halló resistencia, ni costó gran fatiga, porque los Tebanos al punto pusieron en fuga á los Orcomenios, y á los Argivos Agesilao; pero habiendo oido unos y otros que sus izquierdas estaban en derrota, y huian, volvieron atras. Allá la victoria era sin riesgo, si Agesilao, prosiguiendo en acuchillar á los que se retiraban, hubiera querido contenerse de ir á dar de frente con los Tebanos; pero arrebatado de cólera y de indignacion, corrió contra ellos, con deseo de rechazarlos tambien de poder á poder.

Como ellos no los recibieron con ménos valor, se trabó una recia batalla de todo el ejército, más empeñada todavía contra el mismo Agesilao, que se hallaba colocado entre sus cincuenta; cuyo ardor le fué muy oportuno, debiéndoles su salud. Porque áun peleando y defendiéndole con el mayor denuedo, no pudieron conservarle ileso, habiendo recibido en el cuerpo por entre las armas diferentes heridas de lanza y espada, sino que con gran dificultad le retiraron vivo; y entonces, protegiéndole con sus cuerpos, dieron muerte á muchos, y tambien de ellos perecieron no pocos. Hiciéronse cargo de lo difícil que era rechazar á los Tebanos, y conocieron la necesidad de ejecular lo que no habian querido en el principio: porque les abrioron claro, partiéndose en dos mitades; y cuando hubieron pasado, lo que ya se verificó en desórden, corrieron en su persecucion, hiriéndolos por los dancos; mas no por eso consiguieron ponerlos en fuga, sino que se retiraron al monte Helicon, orgullosos con aquella batalla, á causa de que por su parte salieron invictos.

Aunque Agesilao se hallaba muy mal parado de sus heridas, no permitió retirarse á su tienda ántes de hacerse llevar en litera al sitio de la batalla, y de ver conducir á los muertos sobre sus armas. A cuantos enemigos se aco-