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POMPEYO.

obraria en justicia si dejando libre al que era la causa, perdía á los que en nada habian delinquido. Preguntőle Pompeyo quién era el que decia ser causa; y como le respondiese que él mismo, pues á los amigos los había persuadido, y á los enemigos los habia obligado; prendado Pompeyo de su franqueza y su determinacion, le absolvió y dió por libre á él el primero, y despues á todos los demas. Habiendo oido que los soldados cometian insultos por los caminos, les selló las espadas; y el que no conservaba el sello era castigado.

Sosegadas y arregladas de este modo las cosas de Sicilia, recibió un decreto del Senado y cartas de Sila, en que se le mandaba navegar al Africa, y hacer poderosamente la guerra á Domicio, que habia allegado mayores fuerzas que aquellas con que poco ántes habia pasado Mario del Africa á Italia, y convertido de desterrado en turano, habia puesto en confusion á la república. Haciendo, pues, Pompeyo con la mayor celeridad sus preparativos, dejó por gobernador de la Sicilia á Memio, marido de su hermana, y él zarpó del puerto con ciento veinte naves de guerra y ochocientos trasportes, en que conducia las provisiones, las armas arrojadizas, los caudales y las máquinas. Cuando parte de las naves tomaban puerto en Utica y parte en Cartago, seite mil de los enemigos, abadonando el otro partido, se le pasaron. Las fuerzas que él llevaba eran seis legiones completas; y se dice haberle allí sucedido una cosa graciosa; porque algunos soldados, dando por casualidad con un tesoro, se hicieron con bastante dinero; y como este encuentro se hubiese divulgado, les pareció á todos los de mas que el sitio aquel estaba lleno de caudales que los Cartagineses babian en él depositado en el tiempo de sus infortunios. Por tanto, en muchos dias no pudo Pompeyo hacer carrera con los soldados, ocupados en buscar tesoros, y lo que hacía era irse donde estaban, y reírse de ver å tantos millares de hombres cavar y revolver todo aquel