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POMPEYO.

había debilitado, dijo que ni las fleras que habitaban el Africa se habian de quedar sin probar el valor y la fortuna de los Romanos. Dióse, pues, á la caza de leones y elefantes por algunos dias; y en solos cuarenta derrotó á log enemigos, sujetó al Africa, y dispuso de reinos, teniendo entonces veinticuatro años.

A su regreso á Utica se encontró con cartas de Sila, en que le prevenia que despachara el resto del ejército, y con una sola legion esperara allf al pretor que iba á sucederle.

No dejó de causarle novedad semejante órden, y se desazonó con ella interiormente; pero el ejército se disgustó muy á las claras; y rogándoles Pompeyo que marchasen, prorumpieron en expresiones ofensivas contra Sila, y á aquél le dijeron que de ningun modo le abandonarian, ni permitirian que se confiase de un tirano. Procuró Pompeyo al principio sosegartos y tranquilizarlos; pero cuando vio que no se aquietaban, bajándose de la tribuna, quiso retirarse á su tienda des consolado y Horoso; pero ellos, conteniéndole, le volvieron á colocar en la tribuna, y se perdió gran parte del dia pidiéndole los soldados que permaneciera y los mandase, y rogándoles él que obedecieran y no se sublevasen; hasta que, instándole y gritándole todavia, les juró que se daria muerte si continuaban en hacerle violencia; y aun asi con dificultad los aquietó. El primer aviso que tuvo Sila fué de haberse sublevado Pompeyo, y dijo á sus amigos: «Está visto que es hado mio, siende viejo, tener que lidiar lides de mozos,» aludiendo á Mario, que, siendo muy jóven, le dió mucho en que entender, y puso en gravísimos riesgos. Mas cuando supo la verdad, y observó que todos recibian y acompañaban á Pompeyo con demostraciones de amor y benevolencia, corriendo & obsequiarle, se propuso excederlos. Salió, pues, á recibirlo, y abrazándolo con la mayor fineza, le llamó Magno en voz alta, y dió órden á los que allí se hallaban de que le saludaran de la misma manera; y magno quiere decir