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POMPEYO.

con todo, quedando muertos en el campo de batalla los más de los caudillos. A Perpena lo llevaron á su presencia, y le mandó quitar la vida; no con ingratitud y olvido de lo ocurrido en Sicilia, como le acusan algunos, sino conduciéndose con la mayor prudencia, y tomando un partido que fué la salud de la república: porque habiéndose apoderado Perpena de la correspondencia de Sertorio, mostraba cartas de los principales personajes de Roma, que queriendo trastornar el sistema vigente y mudar el gobierno, llamaban á Sertorio á la Italia. Temeroso, pues, Pompeyo con este motivo de que se suscitaran otras guerras mayores que las apaciguadas, quitó del medio á Perpena, y quemó las cartas sin haberlas leido.

Deteniéndose despues de esto todo el tiempo necesario para apaciguar las mayores alteraciones, y sosegar y componer las discordias y desavenencias que áun ardian, restituyó el ejército á Italia, llegando por fortuna cuando estaba en su mayor fuerza la guerra servil. Por lo mismo Craso precipitó no sin riesgos la batalla, y le favoreció la suerte, habiendo muerto en la accion doce mil y trescientos hombres de los enemigos. Mas con esto mismo la fortuna halló medio de introducir á Pompeyo en la victoria, porque cinco mil que huyeron de la batalla dieron con él, y habiendo acabado con todos, escribió al Senado por expreso que anticipó, que Craso habia vencido en batalla campal á los gladiatores; pero que él habia arrancado la guerra de raíz: cosa que, por el amor que le tenian, escuchaban y repetian con gusto los Romanos; al mismo tiempo que ni por juego podia haber quien dijese que la gloria de la España y Sertorio eran de otro que de Pompeyo. En medio de todos estos honores y de la expectacion en que en cuanto á él se estaba, habia la sospecha y recelo de que no despediria al ejército, sino que por medio de las armas, y el mando de uno sólo, marcharia en derechura al gobierno de Sila: así, no eran ménos los que por amor