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POMPEYO.

por todas partes sucedió una cosa admirable, y fué que al ver las ciudades desarmado á Pompeyo Magno, y que como de un viaje volvia con unos cuantos amigos y familiares, acudieron á él las gentes en gran número por el amor que de tenian, y acompañándole le llevaron á Roma con mucho mayores fuerzas; de modo que asi hubiera tenido pensamientos de conmover y alterar el gobierno, no tenía que echar ménos al ejército para nada.

Como la ley no permitia que antes del triunfo entrase en la ciudad, representó al Senado sobre que se suspendieran los comicios de eleccion de cónsules, y se le dispensara esta gracia para poder hallándose presente dar pasos en favor de Pison; pero habiéndose Caton opuesto á su demanda, quedó desairado en ella. Pasmado de la libertad de Caton y de su entereza, de la que él sólo usaba á las claras en lo que entendia justo, concibió el deseo de ganar por diferentes medios á tan señalado varon; y teniendo Caton dos sobrinas, propuso casarse él con la una, y casar á su hijo con la otra; pero Caton desechó esta tentativa, como que en cierta manera era un cebo para corromperle y sobornarle por medio de aquel deudo, aunque disgustando en ello á su hermana y á su mujer, que no estaban bien con que se rehusase la afinidad de Pompeyo Magno.

Quiso en esto Pompeyo que fuera designado cónsul Aframo, y gastó para ello gruesas cantidades con las tribus de su propio caudal, yendo los que las recibian á los jardines del mismo Pompeyo; por lo que aquel soborno se hizo půblico, murmurando todos de Pompeyo, porque aquella misma dignidad con que se habian recompensado sus triunfos, y que tanto le habia ilustrado siendo la primera de la república, la hacía venal para los que no podian aspirar á ella por su virtud. «Pues de esta afrenta teníamos que participar, dijo Caton á las mujeres de su casa, si nos hubiéramos hecho deudos de Pompeyo:» con lo que reco-