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Plutarco.—Las vidas paralelas.

vió en la precision de acogerse á los tribunos de la plebe, y de reunirse con los mozuelos; de los cuales Clodio, que era el más insolente y más osado de todos, lo puso á la merced del pueblo; de manera que trayéndolo y llevándolo á su arbitrio de un modo que no convenia á la dignidad de tan autorizado varon, le hacía apoyar las leyes y decrctos que proponia para adular á la plebe y ganarle sus aplausos; y pesar de que con esto le degradaba, áun le pedia el premio, como si le hiciera favor; babiéndole arrancado, por ti'timo, como tal el que abandonase á Ciceron, que era eu amigo, y de quien en las cosas de la república habia recibido importantes servicios; pues ballándose éste en peligro, y habiendo acudido á valerse de su auxilio, ni siquiera se le dejó ver, sino que haciendo cerrar el porton á los que venian en su busca, se marchó por un postigo, y los dejó burlados; y Ciceron, temiendo el éxito de la cansa, tuvo que huir de Roma.

Entonces César, que volvia del ejército, recurrió á arbitrio, que le granjeó por lo pronto aprecio, autoridad y poder para en adelante; pero que fué de gran ruina para Pompeyo y para la república. Iba á pedir el primer consulado; y como viese que estando entre sí indispuestos Craso y Pompeyo, si se inclinaba al uno habia de tenor al otro por enemigo, pone por obra el reconciliarlos y hacerlos amigos; cosa por lo demas loable y muy política, pero intentada por él con mal objeto, y tan sagaz como traidoramente ejecutada; porque el poder de la república, que como en una nave reglaba los movimientos para que no se inclinase á un lado ni á otro, luego que vino á un mismo punto, y se hizo uno sólo, constituyó una fuerza que sin resistencia ni oposicion lo trastornó y destruyó todo. Así Caton á los que eran de opinion de que la discordia ocurrida despues entre César y Pompeyo habia traido la ruina de la república, les decía que se equivocaban, echando la culpa á lo último; pues que no era sa desunion y enemis-