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Plutarco.—Las vidas paralelas.

resultas de aquel alboroto y pesadumbre; con lo cual áun los que más vituperaban la amistad de Pompeyo con César no culparon ya el amor que tenía á su mujer. Hizose otra vez embarazada; y habiendo dado á luz una niña, murió del parto, y ésta le sobrevivió muy pocos dias. Disponia Pompeyo dar sepultura al cadáver en su quinta Albana; pero el pueblo hizo que se llevara al campo de Marte, más bien por compasion á aquella jovencita que por obsequio á Pompeyo ó á César, y áun entre ellos más parte parece haber dado el pueblo de aquel bonor á César con estar distante, que á Pompeyo que se hallaba presente.

Porque al punto sobrevinieron borrascas en la ciudad y se conmovió la república, suscitándose voces sediciosas, apenas faitó entre ambos aquel deudo, que más bien habia tenido encubierta que apagada la ambicion encontrada de uno y otro. Llegó al cabo la noticia de haber perecido Craso en la guerra con los Partos, y desapareció este grande estorbo para que viniera sobre Roma la guerra civil; porque temiéndole ambos, en sus repartos Lenian que guardar cierta justicia. Mas despues que la fortuna quitó de delante el tercero que pudiera entrar en la lid, se estaba ya en el caso de usar de esta expresion de los Có micos.

¡Cómo se unge el uno contra el otro, Y las manos con polvo se refriegan!

¡Tan poca cosa es áun la misma fortana para la ambicion humana! pues que no alcanza á saciar sus deseos; visto que tan grande extension de mando, y tanta copia de felicidad, no puede contentar á dos solos hombres; sino que con oir y leer que todo está distribuido entre los Dioses, y cada uno goza de su particular honor, creian sin embargo que para ellos, con no ser más de dos, no les bastaba todo el imperio de los Romanos.