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POMPEYO.

mismo Pompeyo indicó el de los Partos, como el más propio para recibirlos y protegerlos mientras eran débiles, y para rehacerlos despues y habilitarlos con nuevas fuerzas.

De los demas, algunos volvian la consideracion hácia Africa y el rey Juba; pero á Teofanes de Lesbos le parecía una locura, no distando el Egipto más que tres dias de navegacion no hacer cuenta de él, ni de Tolomeo, que aunque todavía mocilo, debia haber heredado la amistad y gratitud paterna, é ir á entregarse en manos de los Partos, gente del todo desleal é infiel; y que el mismo que no queria tener el segundo lugar, respecto de un ciudadano romano su deudo, siendo el primero respecto de todos los demas, ni exponerse á probar la moderacion de aquél, hiciera dueño de su persona á un Arsacida que no pudo serlo de la de Craso mientras tuvo vida, y llevar una mujer jóven de la casa de los Escipiones á un país bárbaro, entre gentes que hacen consistir el poder en el insulto y la disolucion. Pues aunque nada sufriese, podia parecer que to habia sufrido, por haber estado entre gente por lo comun desmandada, lo que es terrible. Dícese que esto sólo fué lo que retrajo á Pompeyo de seguir la marcha bácia el Eufrates; si es que esta fué resolucion de Pompeyo, y no fué su mal hado el que lo inclinó á este otro canino.

Luego que prevaleció el parecer de ir á Egipto, dando la vela de Chipre en una nave saleucida con su mujer, y siguiéndole los demas, unos con embarcaciones menores y otros en trasportes, hizo la travesía sin accidente alguno; pero habiendo sabido que Tolomeo se hallaba en Pelusio, haciendo la guerra á su hermana, hubo de detenerse, enviando persona que anunciara al Rey su llegada, y le pidiera benigna acogida. Tolomeo ora muy jovencito: y Potino, que era el árbitro de los negocios, juntó en consejo á los de mayor autoridad, que la tenian los que él · quería, y les mandó dijera cada uno su dictámen. ¡Era cosa bien triste que sobre la suerte de Pompeyo Magno hubie-