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LISANDRO.

cipio que decaerian del imperio del mar, y al cabo de bien poco que perderian del todo su poder; pero encargado Alcibiades de los negocios, revocado que fué su destierro, causando en todo una gran mudanza, los puso en estado de poder hacer frente en los combates navales. Concibiendo, pues, miedo otra vez los Lacedemonios, é inflamados sin embargo del deseo de la guerra, necesitando un general hábil y poderosas prevenciones, confirieron á Lisandro el mando de la armada naval. Trasladado á Efeso, y hallando que la ciudad le era afecta, y sumamente adicta á la causa de los Lacedemonios, pero que se veia mortifieada y en peligro de tornarse bárbara contrayendo las costumbres de los Persas, por las contínuas mezclas de unos con otros, por la proximidad de la Lídia, y porque los generales del Rey por lo comun residian en ella; fijando él allí sus reales, y disponiendo que las naves de carga acudiesen de todas partes á aquel punto, llenó sus puertos de mercaderías, de negociaciones su plaza, y de riquezas sus casas y talleres: de manera que desde aquel tiempo tuvo ya por Lisandro la esperanza de la magnificencia y poder de que ahora disfruta.

Noticioso de que Ciro, hijo del Rey, venla á Sardis, subió á tratar con él y á acusar á Tisafernes do que aparentando dar auxilio á los Lacedemonios y querer expeler del mar á los Atenienses, parecia, sin embargo, que ganado por Alcibiades habia perdido su actividad, y que con proveer á los gastos de la escuadra con escasez se proponia destruirla. Tenía deseo el mismo Ciro de encontrar en falta á Tisafernes y de que se le hablara mal de él, porque le conceptuaba malo y porque habia entre los dos particulares motivos de disgusto. Mirado Lisandro con aprecio por este motivo y por toda su conducta, principalmente se atrajo con su obsequioso trato el afecto de aquel jóven, al que confirmó en las ideas de guerra; y cuando ya estaba para retirarse, dándole Ciro un banquete, le encargó que