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Plutarco.—Las vidas paralelas.

do de las tropas destinadas contra Mitridates; enviando al punto á Nola tribunos que se encargaran del ejército y se le trajeran á Mario.

Anticipóseles Sila, huyendo al ejército; y matando á pedradas los soldados á los tribunos, luego que fueron infor.mados de lo sucedido Mario y los suyos, á su vez daban en Roma muerte á los amigos de Sila, y se apoderaban de sus bienes, siendo además continuas las traslaciones y fugas de unos á la ciudad desde el ejército, y de otros que desde la ciudad se dirigian á aquél. El Senado no era dueño de sí mismo, sino que se prestaba á las órdenes de Mario y de Sulpicio; y noticioso de que Sila movia para la ciudad, envió dos pretores, á Bruto y Sulpicio, con la órden de que se retirase. Como éstos hubiesen hablado á Sila con arrogancia, los soldados quisieron acabar con ellos; mas sólo les rompieron las fasces, y los despojaron de la púrpura, despachándolos con ignominia. Con su desmedida tristeza, y con vérseles despojados de las insignias pretorias, anunciaban bastante que la sedicion, lejos de estar apaciguada, no podia reprimirse. Mario, pues, hacía preparativos, y Sila venía desde Nola trayendo seis legiones completas; y aunque al ejército lo veia muy resuelto á marchar sin detencion contra Roma, él estaba indeciso en su ánimo, y temia el peligro. Mas como haciendo él sacrificio examinase las señales el agorero Postumio, tendiendo las manos lácia Sila, le pedía que le aprisionase y custodiase hasta la batalla, y si todo no se terminaba pronto y favorablemente, tomara de él la última venganza á que se ofrecia. Dícese que á Sila se le apareció entre sueños la Diosa, cuyo culto aprendie ron los Romanos de los de Capadocia, llámese la Luna, ó Minerva, ó Belona: parecióle, pues, á Síla que colocada ésta á su cabecera le puso en la mano un rayo, y nombrándole á cada uno de sus enemigos, le decia que tirase; y que tirando él, éstos caian y se desvanecian. Alentado con esta aparicion, y dando al otro dia parte de ella á su colega, se