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SILA.

dirigió á Roma. Alcanzóle ya en Pictas un mensaje, por el que se le rogaba suspendiese en aquel punto la marcha, pues el Senado decretaria á su favor cuanto fuese justo; mas aunque dió palabra á los embajadores de que asentaria el campo, llegando hasta comunicar la órden para el acantonamiento de las tropas, como acostumbraban hacerlo los generales, con lo que aquellos se retiraron confiados, apenas hubieron marchado envió á Luoio Basilo y Cayo Mumio, y por medio de ellos tomó la puerta y lienzo de muralla que está sobre el monte Esquilino; y en seguida se aproximó él mismo con la mayor prontitud. Acometieron los de Basilo á la ciudad, y se hacian dueños de ella; pero el pueblo en gran número, aunque desarmado, empezó á tirarles tejas y piedras, y los contuvo de ir adelante, obligándoles á recogerse á la muralla. En esto ya Sila habia ilegado, y enterado de lo que pasaba, gritó que se acercasen á las casas, y tomando un hacha encendida corrió él el primero, y dió órden á los arqueros para que usasen de los portafuegos, dirigiéndolos contra los tejados, sin hacerse cargo de nada; sino que dejándose llevar de la cólera de que se hallaba poseido, y abandonando á ella la direccion de las operaciones, no vió en Roma más que enemigos, y sin consideracion ni compasion alguna de amigos, de parientes y deudos, lo entregó todo al fuego, que no hace distincion entre los culpados y los que no lo son, Mientras esto pasaba, Mario corrió al templo de la Terra, y publicó la libertad á todos los esclavos; pero no pudiendo sostenerse con la entrada de los enemigos, salió de la ciudad.

Congregó Sila el Senado, é hizo decretar la pena de muerte contra Mario y algunos otros, entre ellos el tribuno de la plebe Sulpicio; y éste fué efectivamente muerto por traicion de un esclavo, á quien Sila desde luego dió libertard; pero despues le hizo despeñar. La cabeza de Mario la puso á precio con notable ingratitud y falta de política