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Plutarco.—Las vidas paralelas.

respecto de un hombre que poco ántes le habia dejado ir libre y seguro, babiéndose él mismo puesto en sus manos; y á fe que si Mario no hubiera dado entónces puerta franca á Sila, sino que le hubiera dejado á discrecion de Sulpicio, habria podido quedar dueño de todo; y sin embargo, usó de indulgencia con él; cuando por el contrario, al cabo de pocos dias, hallándose Mario en el mismo caso, no obtuvo igual consideracion: conducta con la que Sila afligió al Senado, aunque éste no lo manifestó; pero el disgusto y venganza del pueblo pudo verse muy bien en sus obras, porque desatendiendo en cierta manera con ultraje á Nonio su sobrino, y á Sérvio que con su proteccion pedian las magistraturas, las confirieron á oiros, por cuanto con preferirlos le daban disgusto. Mas Sila aparentaba que se com placia con esto mismo, como que á él le debia el pueblo el gozar de la libertad de hacer lo que le pareciese; y poniéndose él mismo de parte del odio de la muchedumbre, bizo que del partido contrario fuese nombrado cónsul Lucio Cina, que con imprecaciones y juramentos se comprometió á abrazar sus intereses. Subió, pues, este al Capitolio, y teniendo una piedra en la mano, juró y se echó la maldicion de que si no guardaba concordia con él, fuese arrojado de la ciudad como aquella piedra era arrojada de la mano, y la tiró al suelo á presencia de muchos; más á pesar de todo, no bien se hubo posesionado de la dignidad, cuando al punto trató de trastornar el órden establecido, y dispuso que se formara causa á Sila, presentando para que le acusase á Virginio, uno de los tribunos; pero aquél, desentendiéndose del acusador y de!

tribunal, marchó contra Mitridates.

Refiérese que por aquellos mismos días en que Sila movia de la Italia sus tropas, le aconteció á Mitridates, que residía entonces en el Ponto, entre otros muchos prodigios, el de que una Victoria coronada que los de Pérgamo habian suspendido desde arriba con ciertos instrumentos