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Plutarco.—Las vidas paralelas.

tar de parte del Rey por el tirano Aristion, tuvo que marchar con grandes fuerzas, y rodeando el Pireo, le puso cerco, asestando contra ella toda especie de máquinas, y empleando diferentes medios de combatir. Y si hubiera aguantado un poco de tiempo, se le habria venido á la mano tomar sin riesgo la ciudad de arriba, apurada ya del hambre hasta el último punto por falta de los más precisos alimentos; pero teniendo puesta la vista en Roma, y temiendo las novedades allí intentadas, apresuró la guerra á costa de grandes peligros, de muchos combates y de inapreciables gastos; pues sobre todos los demas preparativos el aparato sólo de las máquinas constaba de diez mil pares de mulas, prontos todos los dias para este servicio.

Faltóle la madera, quebrantándose muchas de las piezas por su propio peso, y siendo frecuentemente incendiadas otras por los enemigos, y acudió por fin á los bosques sagrados, despojando la Academia, que de todos los alrededores de Atenas era el más poblado de árboles, y el Liceo.

Hacíanle tambien falta para la guerra grandes caudales, y escudriñó los asilos de la Grecia, como el de Epidauro y el de Olimpía, enviando á pedir las alhajas más ricas y preciosas entre todas las ofrendas. Escribió tambien á Delfos á los Anfictuones, diciéndoles que era lo mejor le trajesen las riquezas del Dios, porque ó las guardaria con más seguridad, o si usaba de ellas, daria otras que no valiesen ménos; y de entre sus amigos envió para este efecto á Cafis de Focea con órden de que lo recibiera todo por peso. Trasladóse Cafis á Delfos, y rehuia el tocar las cosas sagradas, manifestando ante los Anfictuones la mayor afliccion por la precision en que se veia; y como algunos bubiesen dicho que habian oido resonar la cítara del santuario, ó porque lo creyese, ó porque fuese su ánimo mover á Sila á la supersticion, se lo envió á decir. Mas éste, tomándolo á burla, respondió que se admiraba no supiese Cafis que el cantar era de los que están alegres, y no de