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Plutarco.—Las vidas paralelas.

y oro, y los colores de las túnicas de la Media y la Escitia, adornadas con el bronce y el hierro que brillaban á lo léjos, al moverse y sacudirse semejaban al fuego, y hacian una vista terrible; tanto, que los Romanos se estaban retirados dentro del valladar, y no halló Sila modo alguno ni palabras que bastasen á desvanecer su asombro: viéndose precisado, por cuanto no queria tampoco violentar á los que así se resistian, á haber de estarse quieto y aguantar con el mayor desabrimiento la mofa y el escarnio de los bárbaros, que al cabo fué lo que más le aprovechó. Porque despreciándole los enemigos, se entregaron al mayor desórden; y como por otra parte no eran ya muy obedientes á sus generales, por ser tantos los que mandaban, eran muy pocos los que permanecian en el campamento; y ántes habiéndose cebado la mayor parte en el saqueo y la rapiña, solian andar dispersos y separados de aquél jórnadas enteras: de manera que se dice haber asolado la ciudad de los Panopeos, saqueado la de los Lebadios, y despojado su oráculo sin órden de ninguno de sus generales. Sentia Sila y se afligia extremadamente de que ante sus ojos fuesen destruidas las ciudades, y tomaba el partido de no dejar en reposo á los soldados, sino que sacándolos del campamento, les hizo trabajar en mudar el curso del Cefiso y en abrir fosos, no permitiendo descansar á ninguno, y castigando irremisiblemente á los que aflojaban, para lo que estaba él mismo de sobrestante; todo con la mira de que aburridos con las obras, abrazaran el peligro por huir del trabajo, como así sucedió. Porque al cabo de los tres dias de aquella fatiga, sacándolos Sila, le pidieron á voces que los llevara contra los enemigos; á lo que les contestó que aquel clamor no le significaba que quisiesen pelear, sino que deseaban huir del trabajo; mas con todo, si se sentian con ánimo de combatir tomasen las armas y viniesen á aquel sitio, señalándoles la que ántes había sido ciudadela de los Parapotamios, y entonces, destruida la ciudad, habia