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Plutarco.—Las vidas paralelas.

cuentran arcos del uso de los bárbaros, morriones, fragmentos de corazas de hierro y espadas sumergidas entre el cieno, sin embargo de haberse pasado doscientos años poco más ó ménos desde aquella batalla. Así es como se refiere le ocurrido en las jornadas de Queronea y Orcomene.

Como en Roma Cina y Carbon maltratasen con la mayor injusticia y violencia á los más principales ciudadanos, muchos, huyendo de la tiranía, se acogian como á un puerto al ejército de Sila: asf, por cierto tiempo hubo cerca de él una especie de Senado; y Melela, habiendo podido con dificultad ocultarse á si misma y á sus hijos, llegó trayéndole la noticia de que su casa y sus baciendas babian sido quemadas por sus enemigos, y pidiéndole diera auxilio á los que quedaban en Roma. Cuando se hallaba perplejo, por no poder resolverse ni á abandonar la patria molestada y oprimida, ni á partir dejando imperfecta una obra tan importante como era la guerra Mitridálica, se le presentó un comerciante de Delos, llamado Arquelao, enviado secretamente de parte del otro Arquelao á hacerle ciertas proposiciones y darle esperanzas. Oyóle Sila con tanto placer, que se determinó á ir por sí mismo á conferenciar con Arquelao, y conferenciaron en efecto orilla del mar, cerca de Delio, donde está el templo de Apolo. Comenzó Arquelao la plática, procurando atraer á Sila á que abandonando el Asia y el Ponto partiese á la guerra que tenía que sostener en Roma, recibiendo para elia de parte del Rey intereses, galeras y tropa en la cantidad que quisiese; á lo que contestó Sila proponiéndole á su vez, que no hiciera cuenta del Rey, sino que reinase él mismo en su lugar, hacióndose aliado de los Romanos, y entregando cierto número de naves. Repelió Arquelao con horror una traicion semejante, y entonces le dijo: «Pues si tú, oh Arquelao, siendo Capadocio y esclavo, ó si quieres amigo de un rey bárbaro, no aufres la infamia por bienes de tan gran tamaño,