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Plutarco.—Las vidas paralelas.

dadanos?» Hecha esta plegaria, se dice que exhortó á unos, amenazó á otros, y á otros los cogió del brazo; mas que finalmente, mezclado con los que huian, se refugió al campamento, habiendo perdido á muchos de sus amigos y deudos. No pocos tambien de los que habian salido de la ciudad á ver la accion perecieron y fueron pisoleados; de modo que daban por perdida la patria, y estuvo en muy poco que no hiciesen alzar el cerco de Mario: porque los que de la revuelta fueron allá á parar excitaban á Lucrecio Ofela, encargado de estrechar el sitio, á que levantara sin dilacion el campo, teniendo por muerto á Sila, y á Roma por presa de los enemigos.

Siendo ya muy alta noche, vinieron al campo de Sila de parte de Craso á pedir raciones para él y para sus soldados; porque luego que venció á los enemigos, persiguiéndolos hasta Antemna, puso allí cerca su campo. Sila con esta noticia, y con la de que habian perecido la mayor parte de los enemigos, pasó al amanecer á la misma Antemina; y presentándosele tres mil de estos en legacion, les ofreció darles inmunidad si volvian á él despues de haber causado algun daño á los otros enemigos. En esta confianza acometieron a los restantes, y murieron muchos á mano unos de otros; mas á aquellos mismos, y á los que pudo haber de los otros, en todo hasta anos seis mil, los encerró en el Hipódromo, y convocó el Senado para el templo de Belona. Al mismo tiempo de tomar él la palabra para hablar al Senado, los que tenian la órden dieron muerte á los seis mil. Levantóse una horrorosa gritería, como era natural, siendo asesinados tantos en un recinto estrecho; y como los senadores se asustasen, del mismo modo que estaba hablando, no alterándose ni mudándosele el semblante, les mandó que atendiesen á lo que decia, sin meterte en las cosas de afuera; porque aquello no era más que un aviso hecho de su órden á algunos perversos. Esto hizo conocer, aun al menos despierto de los Romanos, que