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Plutarco.—Las vidas paralelas.

con aire de extrañeza, «nada hay de malo, le dijo, oh general, sino que quiero yo tambien tener alguna partecita entu dicha.» Oyólo Sila con gusto, y áun se echó de ver elaramente que le habia hecho impresion, porque al punto se informó reservadamente de su nombre, y averiguó su linage y su conducta. Siguiéronse despues ojeadas de uno á otro, frecuente volver de cabeza, recíprocas sonrisas, y por fin palabra y conciertos matrimoniales, de parte de ella quizá no vituperables; pero Sila, aunque por lo demas se enlazó con una mujer de conducta é ilustre, el origen de este enlace no fué modesto ni decente, dando lugar á que se dijese que se habia dejado enredar como un mozvelo de una mirada y un cierto gracejo de que suelen originarse las pasiones más desordenadas y vergonzosas.

Con tener á esta en casa, hacía mala vida con cómicas, con guitarristas y con hombres de la escena, bebiendo con ellos desde ántes del anochecer, recostados en lechos; porque estos eran entónces los que gozaban de todo su favor: Roscio el cómico, Sorix, jefe de los bistriones, y el disoluto Metrobis, cuyos amores conservó siempre sin negarlo, áun despues que éste estuvo fuera de edad.

De aquí fué el fomentar sin advertirlo una enfermedad que empezó de ligera causa, habiendo ignorado por largo tiempo que tenía dañadas las entrañas; enfermedad que habiendo viciado la carne, la convirtió toda en piojos; de manera que con ser muchos los que de dia y de noche se los quitaban, nada eran los quitados para los que de nuevo 80brevenian, sino que las ropas, el baño, lo que se empleaba para limpiarle y hasta la comida misma, todo se llenaba de aquella podredumbre y corrupcion: ¡tanto era lo que cundia! Así, muchas veces al dia se metia en el agua, lavando el cuerpo y limpiándolo; pero de nada servia, porque en prontitud ganaba la mudanza, y la muchedumbre vencia á toda diligencia. Dícese que entre los más antiguos murió de piojos Acasto, hijo de Pelias, y más modernamente Alc-