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Plutarco.—Las vidas paralelas.

por señal de haber sido el mejor el haberse hecho el primero, cuando tan oprimida se hallaba la ciudad. El que en Esparta, que entónces florecia en prudencia y buen gobierno, fué elevado á los mayores mandos y empleado en los más arduos negocios, probablemente era entre los mejores el mejor, y entre los primeros el primero. Por tanto, el uno, restituyendo muchas veces la autoridad á sus ciudadanos, muchas veces la volvió á tomar, porque siempre el honor debido a la virtud conservó la preferencia; cuando el otro, nombrado una vez general de ejército, por diez años continuos, haciéndose á sí mismo ahora cónsul, ahora pro—cónsul, ahora dictador, y siendo siempre tirano, mantuvo sin intermision el mando de las armas.

Intentó Lisandro, como dejamos dicho, hacer mudanza en el gobierno; pero con otra blandura y más legítimamente que Sila; pues era por medio de la persuasion, no de las armas, ni trastornándolo todo de golpe como aquél, sino rectificando la misma institucion de los reyes. Y á la verdad que en el órden natural parecia lo más justo que el mejor de los mejores mandase en una ciudad de la Grecia que debia su opinion á la virtud y no al origen. Porque así como el cazador no busca lo que procede de un perro, sino perro, y el aficionado á caballos, caballo, y no lo que procede de un caballo, ¿pues no procede tambien de caballo el mulo? de la misma manera el político cometeria un yerro si en lugar de inquirir qué tal es el que ha de mandar, inquiriese de quién procede. Así estos mismos Esparciatas quitaron el mando á algunos reyes, porque no eran de ánimo régio, sino inútiles y para nada. La maldad aun con nobleza es digna de desprecio; y si á la virtud se tributan honores, no es por su nobleza, sino por sí misma.

Aun las injusticias, en el uno fueron por sus amigos, y en el otro se extendieron hasta estos mismos; pues se tiene por cierto que los más de los yerros de Lisandro fueron por sus partidarios, y si se ejecutaron muertes, fué en fa-